La ciudad y los perros
La ciudad
y los perros es la primera novela del escritor peruano Mario Vargas Llosa,
Premio Nobel de Literatura 2010. Galardonada con el Premio Biblioteca Breve en
1962, fue publicada en octubre de 1963 y ganó el Premio de la Crítica Española.
Originalmente el autor la tituló La morada del héroe y luego Los impostores. Su
importancia es trascendental pues abrió un ciclo de modernidad en la narrativa
peruana. A la par con otras obras de diversos autores de Latino américa, dio
inicio al llamado “boom latinoamericano”. Ha tenido múltiples ediciones y ha sido traducida a decenas de idiomas. Fue incluida en la lista de las 100
mejores novelas en español del siglo XX del periódico español «El Mundo»
Publicación
Mario
Vargas Llosa estudió dos años de educación secundaria en el Colegio Militar
Leoncio Prado, entre 1950 y 1951, y esta vivencia o “aventura” (como él mismo
la llama) lo marcó profundamente, al punto que cuando años después estuvo
convencido de que sería escritor (hacia 1956), tuvo muy en claro que su primera
novela debía basarse en esa experiencia escolar. Pero razones de tiempo
impidieron que entonces se pusiera manos a la obra. Fue recién cuando partió
becado a España, cuando pudo disponer de tiempo libre. Comenzó a escribir la
novela en el otoño de 1958 en Madrid, en una tasca de Menéndez y Pelayo llamada
«El Jute», que hoy es un restaurante con otro nombre, y la terminó en el
invierno de 1961, en una buhardilla de París.
El
proceso de escritura y reescritura de esta obra fue muy agobiante. Vargas Llosa
lo confesó a Abelardo Oquendo en una carta que le escribió a principios de
1959:
En la
novela avanzo y me retuerzo. Me cuesta mucho trabajo… Me paso horas enteras
corrigiendo una página o tratando de cerrar un diálogo y de pronto me lanzo a
escribir sin parar una docena de páginas. No tengo la menor idea acerca de cómo
está saliendo, pero me siento embriagado. Escribir es lo único realmente
apasionante que existe.
El
borrador de la novela abarcaba 1.200 páginas y Mario lo presentó a diversas
editoriales españolas y latinoamericanas, pero todas la rechazaron. Si bien en
España acababa de ganar el premio Leopoldo Alas gracias a su libro de cuentos
Los Jefes (publicado en 1959), con su primera novela surgía un escollo
aparentemente imposible de superar: la censura franquista. En París hizo leer
su manuscrito al hispanista francés Claude Couffon, que quedó encantado con el
relato y le sugirió que encargara su publicación al editor Carlos Barral, de la
editorial Seix Barral de Barcelona, ya que era el único que podía encontrar la
manera de evadir hábilmente la censura.
Antes de
leer el manuscrito, Carlos Barral recibió de sus asesores un informe muy
negativo sobre la obra. Pese a ello, el editor barcelonés, un día en que se
encontraba aburrido, encontró el original guardado en el cajón de un escritorio
de su oficina en Seix Barral y lo leyó. Desde el primer momento quedó
maravillado con la narración, proponiéndose hacer todo lo que estuviera a su
alcance para difundirla. Pero sugirió a Mario que previamente presentara la
novela al Premio Biblioteca Breve, y tal como lo había previsto, resultó
ganadora. Uno de los miembros del jurado, el célebre crítico español José María
Valverde, dijo que la obra era «la mejor novela de lengua española, desde Don
Segundo Sombra.» (Novela esta que había sido publicada en 1926).
Luego de
unas largas negociaciones para esquivar la censura franquista, la obra fue
publicada en 1963. Obtuvo enseguida el Premio de la Crítica Española, y estuvo
a punto de obtener el Premio internacional Prix Formentor, perdiéndolo por un
solo voto.
Origen del
título
El primer
título que tanteó el escritor para su novela fue La morada del héroe, que
cambió luego por Los impostores, aunque sin quedar satisfecho. Estando en Lima
se encontró con su amigo, el crítico peruano José Miguel Oviedo, a quien
consultó sobre esta disyuntiva. Oviedo, que ya había leído la obra con un grupo
reducido de amigos, sugirió el nombre de La ciudad y las nieblas, por alusión a
la niebla que siempre cubre la zona costera donde se halla el colegio militar y
que es aludida frecuentemente en la novela. Como no convencía a Mario, entonces
Oviedo se sacó de la manga otro nombre, La ciudad y los perros, por alusión a
los “perros” o cadetes de tercer año, personajes de la novela. Mario,
entusiasmado, exclamó entonces: «Ese es el título», y así fue como quedó
bautizada la primera novela del escritor
Argumento
La obra
está ambientada en el Colegio Militar Leoncio Prado, donde adolescentes y
jóvenes internos reciben formación escolar secundaria bajo una severa
disciplina militar. Se narran las diferentes historias de unos muchachos que
descubren y aprenden a convivir con una forma de vida alienante que no les
permite desarrollarse como personas, y donde se les somete y humilla. No
obstante, a través de este sistema, algunos encuentran la fortaleza necesaria
para asumir sus retos.
Vargas
Llosa critica la forma de vida y cultura castrenses, donde se potencian valores
determinados (agresividad, valentía, hombría, sexualidad, etc.) que mutilan el
desarrollo personal de los muchachos de ese internado. Con gran profusión de
personajes, las vidas de estos se van entrecruzando, hasta tejer el tapiz de la
obra. El nudo del relato se concentra en torno al robo de las preguntas de un
examen, que es delatado por un cadete apodado el Esclavo, quien luego muere,
presumiblemente a manos de otro cadete apodado El Jaguar. Otro cadete, el
Poeta, tratará infructuosamente de denunciar al Jaguar. Todo ello enfrentará a
los cadetes entre sí, y a todos ellos con las autoridades del colegio, que son
a la vez oficiales del ejército. El epílogo de la novela certifica lo que ha
sido el colegio para los protagonistas: una estación de paso que los ha formado
o deformado, para integrarlos a la sociedad civil.
Escenarios
El
escenario principal es el "Colegio militar de Lima" (nunca menciona
Leoncio Prado, ya que según la teoría literaria del autor todo en literatura es
ficción), cercano al mar y rodeado de descampados o chacras. La entrada
principal del colegio, vigilada por un puesto de guardia, es llamada La
Prevención, que es a la vez el nombre de la edificación donde son consignados
(castigados con reclusión) los cadetes; cerca se halla un patio exterior donde
está la estatua del héroe Leoncio Prado. Desde La Prevención se divisan tres
bloques de cemento donde están las cuadras de tercero, cuarto y quinto año. Más
adentro se halla un estadio, la pista de atletismo y unas tribunas de madera
desvencijadas; también una piscina, ante la cual se alza una construcción
sostenida por cuatro columnas, conocida como La Glorieta.
Otros
escenarios son los barrios de Lima, donde viven los personajes principales: el
distrito de Lince (el Esclavo) y el distrito de Miraflores (Alberto Fernández).
También la calle Huatica en el distrito de La Victoria, sede del burdel más
famoso de la capital.
En las
historias alternas del Poeta y del Esclavo se mencionan otras arterias
principales de Lima: la avenida Nicolás de Piérola, la avenida Alfonso Ugarte,
la avenida Salaverry, así como algunas de las principales plazas capitalinas.
El escenario de las historias alternas del Jaguar es el distrito de Bellavista
y otros sectores del Callao.
Estructura
La novela está dividida así:
- Primera parte, subdividida en ochos capítulos rotulados con dígitos romanos;
- Segunda parte, igualmente subdividida en ocho capítulos
- Epílogo.
A la vez cada uno de los 16 capítulos (además del epílogo) está formado por episodios independientes, que se distinguen gráficamente al estar separadas por espacios en blanco.
Sinopsis
La obra
narra las vivencias de los alumnos internos del Colegio Militar Leoncio Prado
en especial de Alberto Fernández “el Poeta”, El Jaguar, Ricardo Arana “el
Esclavo”, el serrano Cava, El Boa, el Rulos, el brigadier Arróspide y el negro
Vallano, los cuales cursan el último año de secundaria, primera sección, y
están deseosos de salir de una vez del hoyo en donde se encuentran. De todos
ellos, el más apocado es Ricardo Arana, por lo que siempre resulta humillado
por sus congéneres, recibiendo por ello el apodo de “El Esclavo”; es el único
que no logra adaptarse y se siente ajeno a todo el colegio a pesar de convivir
día y noche con sus compañeros en las aulas y en las cuadras (dormitorios).
Todos los
días los alumnos se levantan temprano para formarse y recibir sus clases. El
teniente Gamboa dirige la formación y castiga a los tres últimos en alinearse.
El estilo de vida de los internos es pesado y denigrante para algunos. La
narración se remonta a tiempo atrás, cuando Alberto Fernández y sus compañeros recién
ingresan al colegio para cursar el tercer año de secundaria, y reciben "el
bautismo" por parte de los alumnos de cuarto, del que también participan
los de quinto. Este "bautismo" consistía en tratarlos de forma
denigrante frente a los miembros del colegio como a "perros",
apelativo con que se les conocía a los alumnos de grados inferiores. El Jaguar
es el único al que no le pueden “bautizar”, pues se opone con violencia e
incluso vence en la pelea a un alumno de cuarto. Como el “bautismo” duraba un
mes, El Jaguar y los alumnos de su misma sección deciden formar un
"Círculo", para defenderse y vengarse de los alumnos de cuarto año.
El "Círculo" es descubierto por el teniente Gamboa y toda la sección
es castigada. No obstante, El Jaguar mantiene el grupo, pero reducido a sus
tres amigos más cercanos: el serrano Cava, el Rulos y el Boa. Todos ellos,
entre otras “hazañas”, roban uniformes para revenderlos, organizan el ingreso
de licor y material prohibido en el Colegio (revistas eróticas, cigarrillos,
etc.), realizan juegos de dados y naipes, y planifican el robo de las
respuestas de los exámenes; la novela empieza precisamente en el momento en que
se realiza el robo del examen de química. Pero el serrano Cava, a quien se le
encarga tal misión, no tiene cuidado y rompe el vidrio de una ventana, por lo
que los del “Círculo” temen ser descubiertos. Sin embargo, confían en que todos
sean discretos y no delaten nada. Pero esa misma noche, El Esclavo y Alberto se
hallan de imaginarias (guardias por turnos) y se enteran del robo.
Alberto y
El Esclavo empiezan a hacerse amigos y se cuentan sus intimidades. El Esclavo
deseaba salir el fin de semana para visitar a una chica llamada Teresa, vecina
suya, de la que estaba enamorado, pero a la que aún no se atrevía a declararse.
Alberto, conocido como el Poeta, era muy solicitado por los cadetes para
escribir cartas de amor a las enamoradas y novelitas eróticas, y el Esclavo le
pide que le escriba unas cuantas cartas. Durante el examen de química, un papel
enrollado con las respuestas del examen cae en la carpeta de Alberto, pero
Gamboa lo descubre y ordena al responsable ponerse de pie. El Esclavo se
levanta declarándose culpable y Gamboa le confina a no salir el fin de semana.
Ese mismo sábado Alberto decide aprovechar su salida para ir donde la célebre
“Pies Dorados”, una meretriz del jirón Huatica, en el distrito de La Victoria;
al mismo tiempo se ofrece para llevar una carta del Esclavo para Teresa, quien
vivía en el distrito de Lince. Alberto invita al cine a Teresa, y empieza a
enamorarse de ella, aunque en el fondo se siente mal por faltarle así a su
amigo. Regresa a casa, en Miraflores, a pasar la noche, ya sin ganas de ir
donde la “Pies Dorados”.
Como era
de temer, se descubre el robo de las preguntas del examen de química, y el
teniente Gamboa confina a los alumnos que estaban de imaginarias esa noche, es
decir, al Esclavo y Alberto, impidiéndoseles la salida hasta que descubriesen
al responsable. El Esclavo, quien ya tenía una seguidilla de confinamientos, no
aguanta más el castigo y en vez de “tirar contra” (salir furtivamente del
colegio), prefiere delatar al culpable, Cava; éste es degradado y expulsado.
Dicho castigo era terrible pues el alumno así expulsado perdía todos los años
que había cursado.
El Jaguar
y los demás del Círculo juran descubrir al soplón (delator) y darle un merecido
castigo. Mientras tanto, El Esclavo obtiene permiso para salir del Colegio esa
misma tarde y poder así visitar a Teresa. Alberto siente celos, porque también
se ha enamorado de Teresa y escapa del colegio para adelantarse al Esclavo.
Cuando llega donde Teresa se entera que aún no la había visitado el Esclavo.
Alberto aprovecha la ocasión para declarar su amor y Teresa le corresponde. El
Esclavo no llega a visitar ese día a Teresa pues sus padres le impiden salir de
casa.
La vida
en el colegio parece seguir su rutina habitual, pero ocurre entonces un
incidente trágico. Durante una salida de práctica de tiro, hacia un descampado
en las afueras del colegio, el teniente Gamboa hace las formaciones para
escalar una pequeña elevación de terreno, pero en el momento de la maniobra, un
alumno cae desplomado al suelo. Era El Esclavo; nadie lo nota hasta momentos
después, cuando lo descubren gravemente herido. Una bala, al parecer de manera
accidental, le había impactado en la cabeza.
El
Esclavo es llevado a la clínica del colegio pero fallece poco después. Se
celebran sus exequias ante todo el colegio. Los oficiales del colegio explican
que el cadete fue víctima de su propio error, al enredarse con el gatillo de su
arma y caer al suelo, disparándose; en realidad oculta el hecho comprobado de
que el disparo había venido de atrás. Sospechan un error en las maniobras y
responsabilizan a Gamboa y a los otros oficiales por no ser cuidadosos, pero a
fin de evitar un escándalo, mantienen la tesis oficial del error del cadete.
Toda la
sección queda impactada por el suceso. Alberto no cree en la versión oficial de
la muerte y empieza a sospechar que fue un acto de venganza del Círculo, por lo
de la delación del robo del examen de química. El hecho de que El Jaguar se
hallara inmediatamente detrás del Esclavo al momento de las maniobras le hace
convencer más en su sospecha. Atormentado por esta idea sale del colegio y se
dirige donde Teresa, a quien cuenta el triste suceso; ella, confundida ante tal
noticia, se limita a responderle que conocía muy poco a Ricardo, pese a que era
su vecino, y trata de consolar a Alberto, preguntándole qué otra cosa más le
preocupaba. Alberto se molesta con Teresa, creyéndola indiferente ante la
muerte de su amigo, y ambos terminan peleando. Al final Alberto se despide de
Teresa, con el presentimiento de que ya no la volvería a ver más.
Alberto visita al teniente Gamboa en su domicilio y acusa al Jaguar del asesinato del Esclavo. A la vez, delata el tráfico de licor y cigarrillos, los juegos de dados y el robo de uniformes que el Círculo realiza a escondidas en las cuadras. Gamboa trata de llevar el caso a una real investigación; por lo pronto empieza por encerrar al Jaguar en un calabozo de la Prevención, y realiza una inspección en las cuadras, donde comprueba lo dicho por Alberto, pero en cuanto a la acusación de asesinato, esta no prospera por falta de pruebas concretas. Alberto insiste en su denuncia; entonces el oficial de mayor graduación, un coronel, le llama a su oficina y le exige que deje de insistir pues de lo contrario su versión sería fácilmente rebatida, ya que la inspección realizada en las cuadras sacó también a luz sus muy solicitadas “novelitas eróticas”, lo que demostraría su gran imaginación y su nula confiabilidad como testigo. Además, sería expulsado por pervertido sexual y ningún colegio lo recibiría. Alberto declina entonces y no insiste más en su denuncia. Por el momento es recluido en el calabozo donde estaba El Jaguar, a la espera de la orden del teniente para enviarlo de regreso a la cuadra. El Jaguar y Alberto discuten. En todo momento el Jaguar niega ser el asesino del Esclavo; Alberto, por su parte, confiesa que él fue quien le acusó ante el teniente. Ambos se agarran a golpes, llevando Alberto la peor parte. Luego de pasar por la enfermería, regresan a la cuadra.
Toda la
sección, encabezada por el brigadier Arróspide, cree que el Jaguar fue quien
delató lo del licor y los cigarrillos, y se vuelven en su contra; varios
alumnos lo rodean y lo golpean brutalmente. A pesar de ello, El Jaguar no
delata a Alberto como el verdadero soplón, pero se siente muy mal al verse
tratado así por sus compañeros a quienes desde un inicio había enseñado a
defenderse de los abusos de los mayores. Por su parte, el teniente Gamboa se
siente decepcionado de sí mismo. El incidente le hace caer en desgracia ante
sus superiores, quienes deciden enviarlo a Juliaca. Antes de su partida, el
Jaguar le entrega un escrito, confesando que mató al Esclavo, creyendo que
con esa confesión el teniente sería rehabilitado, pero éste le responde que ya
es demasiado tarde, pues el Ejército había ya decidido que la muerte de Ricardo
fue accidental a fin de evitar un escándalo mayúsculo; lo único que le pide al
Jaguar es que cambie de actitud y saque algún provecho de lo sucedido.
Más
adelante, tiempo después de terminar el colegio, Alberto, quien ya se ha
olvidado de Teresa, se prepara para ir a los Estados Unidos a medida que los
recuerdos del Colegio Leoncio Prado van haciéndose más distantes, impersonales.
Conoce a una nueva integrante de su barrio, Marcela y se enamora de ella. Por
otro lado, El Jaguar consigue un empleo y se reencuentra con su amor de la
infancia, Teresa (la misma que fuera enamorada fugaz del Esclavo y de Alberto),
con quien contrae matrimonio, cambiando así la imagen que hasta ese momento el
lector se había hecho del Jaguar, convirtiéndose en un personaje más complejo
de lo esperado. Lo singular del relato es que a lo largo de él se intercala la
historia del Jaguar previa a su entrada en el Colegio Militar aunque sin
mencionar su apelativo; y solo al final el lector poco atento a los detalles de
la historia se entera que se trata del mismo.
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